VÍCTIMA DE SU PROPIO ÉXITO

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Claudio Ranieri ya no es entrenador del Leicester City. El equipo que rompió con todos los pronósticos el año pasado ha decidido prescindir de su hacedor en una decisión que ha conllevado el descontento popular.

El día después de ganar la Premier League, Claudio Ranieri siguió con los pies en el suelo, sabedor de lo que tenía, de dónde estaba su sitio, y de que lo difícil no es llegar (que lo es y mucho en su caso), pero que mantenerse es casi imposible. Conocedor de que, con prácticamente la misma plantilla, el club venía de salvar la categoría en la 2014/2015 con una remontada ‘in extremis’.

“El objetivo el año que viene será evitar el descenso”, aclaró, título en mano. Todos estuvieron de acuerdo. Desde directiva a jugadores, pasando por los aficionados, concluyeron que el italiano tenía razón en un proyecto en el que iban a debutar en Champions League.

Lo hicieron con la boca pequeña. Hoy, luchando por evitar ese puesto de descenso, ese teórico objetivo para todos, Claudio ya no está. Y a uno no se le despide cuando el equipo está en la situación en la que uno se esperaba.

Claudio Ranieri es ese hombre que escribió la mejor historia de amor jamás contada. Ese tipo que hizo soñar a unos pocos zorros azules sentirse en la cima del mundo. Ese que luchó contra titanes en la época en la que el dinero lo es todo. Aquel que tuvo que hacer más del doble que los demás para lograr la mitad de los resultados. El italiano nos hizo a todos un poquito del Leicester y nos metió a jugar con el equipo cada partido. Yo sufrí con el Leicester City y, aunque me tocó de lejos, de lejísimos, sentí mucha alegría cuando el equipo se coronó campeón.

Claudio Ranieri rompió estereotipos e hizo de una plantilla compuesta por jugadores sin nivel para la Premier, por piezas a las que en otros clubes no se quería y por tipos entrados casi en la treintena sin apenas partidos en la máxima categoría, la mejor del país, la más temida por todos.

Porque cada vez que Vardy marcaba un gol, yo saltaba en el sofá. Porque cada vez que Mahrez recortaba hacia adentro, yo regateaba con él. ¿Sabéis por qué Kanté corría tanto? Porque tenía el apoyo y la energía de miles, de millones de espectadores que, como yo, creían en un sueño posible. Huth y Morgan eran infranqueables porque unos cuantos, desde casa, nos incrustábamos entre ellos y despejábamos cada balón muerto.

Ranieri puso el listón a la altura del cielo y el no volver a repetir esa excelencia le ha condenado ahora al ostracismo. Él fue quien marcó el camino del éxito y generó una exigencia inexistente que hoy le ha costado el puesto. Si Ranieri hubiera salvado la categoría de puntillas el curso pasado, hoy seguiría siendo entrenador del Leicester. Víctima de su propio éxito.

Injusta o no, la historia es fea, deslucida. Porque el hombre que debería tener una estatua en el estadio, o una calle con su nombre, el señor más importante en la historia de este club centenario, hoy ya no está. Y no ha durado más que año y medio. “Ayer murió mi sueño”, esclareció el italiano en su carta despedida. No fue solo el tuyo, Claudio. Sin ti, el Leicester ya no será el equipo de todos. 

El fútbol tiene la memoria muy corta. Es una máquina que devora y tritura a un ritmo vertiginoso y Claudio Ranieri lo ha vivido en sus propias carnes. Que el Leicester está mal es innegable, pero lo extraño no es que este curso sus actuaciones sean las que son. El milagro, insisto, es el que les llevó a ser campeones. Las casas de apuestas, recordemos, que de esto saben algo, le daban un 0,002% de posibilidades de salir campeón. Una de cada 5.000. 

Nadie hace autocrítica en el King Power Stadium. Poco importa que un equipo realmente carente de talento no se haya reforzado prácticamente en verano y que se haya dejado el dinero en jugadores que en realidad, podrían haber sido prescindibles, como Slimani o Musa, en vez de reforzar áreas como la defensa o la medular. En vez de haberse dejado el dinero real en sustituir a Kanté, corazón del equipo y gran venta del mercado.

Claudio Ranieri convirtió la calabaza en carroza, permitió a la chica fea ser invitada al baile y sentirse reina por una noche; se ganó los corazones del mundo fútbol. Volvió de su retiro para escribir su nombre en la historia del fútbol con letras doradas. Porque lo que ha hecho Ranieri será llevado al cine, a la gran pantalla, se escribirán libros con su hazaña, con prólogos que cuenten la historia de las pizzas, o interludios que narren los entrenamientos de unos campeones, la dieta a base de Red Bull de Jamie Vardy o aquella celebración por la ciudad en la que el punta inglés se encontró a su doble.

¿Quién no se emocionó por ese hombre que lloraba al final de cada partido? ¿Quién no sintió un escalofrío al oír la historia de cómo se había enterado de que era campeón, mientras volaba, con el comandante transmitiendo su alegría desde la cabina del piloto al maestro Claudio?

El Leicester fue el equipo de todos. Ranieri fue durante 12 maravillosos meses nuestro abuelo y al final, gracias a ti, vimos el sueño posible. Contigo aprendimos una lección de vida porque si crees en algo, si tienes pasión, si trabajas por ello, no siempre se puede tener el reconocimiento global, pero sí la satisfacción personal.

Porque no importa quién fuiste ayer en el fútbol de hoy. Pero tú, Claudio, ya eres eterno. Siempre serás recordado. Yo vi ser campeón de la Premier League al Leicester de Claudio Ranieri.

✍️ Diego García Argota

🗓️ (25/02/2017)

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Redacción Premier League

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